Introducción: La Cala del Moral: Un Año despues de Altea.
El 2023, qué añito. Difícil no, lo siguiente. En octubre, la vida decidió darme otra bofetada. Mi madre sufrió una trombosis pulmonar que, aunque la superó, la dejó postrada en cama sin poder moverse. Desde entonces, la cama es su mundo y caminar es solo un recuerdo.
Para añadirle un toque de ironía, mi hermana Marta empeoró muchísimo en su estado cognitivo. ¿Responsabilidades? Todas para mí. ¿Tiempo para mí? Ninguno.
Pero no me quejo. Es mi familia y es mi responsabilidad, ¿verdad?
El Estrés se Acumula, solución: La Cala del Moral: Un Año despues de Altea.
La situación descrita anteriormente (evitemos entrar en detalles sórdidos) me llevó a niveles de estrés personal extremos, dedicando tiempo a resolver los problemas de cada una de ellas (y los míos propios, claro está). Desde octubre hasta ahora, he acumulado tal grado de ansiedad que estaba al borde del colapso, una vez más.
Esa opresión en el pecho, la falta de sueño y, sobre todo, la carencia de tiempo para mí mismo, me recordaban el colapso mental que sufrí el 7 de febrero de 2023 (por si quieren más drama, aquí está el enlace: https://paucompany.es/cuando-la-mente-dice-basta/).
Finalmente, me dije a mí mismo ¡BASTA YA! Necesitaba tiempo para mí y, sin pensarlo demasiado, me conecté a internet para buscar algún lugar en una playa de la península.
Málaga: La Cala del Moral
Después de una búsqueda rápida y gracias a un contacto en redes, Eva Durán, y mi amigo Jesús Cuevas, encontré un apartamento chulo en La Cala del Moral, Málaga. Cualquier hotel en plena temporada era una locura (2.400€ por 15 días, una ganga), así que este apartamento era perfecto.
Una playa a unos 10 km de la capital que me enamoró a primera vista.
Tomar el Avión
Decidí tomar un avión para aprovechar más el tiempo, ya que conducir desde Valencia a Málaga son unos 640 km y al menos 6 horas al volante. Un reto para mí, ya que solo había volado dos veces: una a Mallorca con mis padres y hermana de niño, y otra a Canarias de adolescente.
El miedo no era a volar, sino a todo el protocolo previo al embarque. Mi vuelo salía a las 8:00, así que me tocó madrugar y coger un taxi reservado desde Carpesa hasta el aeropuerto de Manises, con dos horas de antelación.
El Aeropuerto
Llegué a Manises, nervioso y cargado con un maletón de mano, el portátil y mi bolso. El mostrador número 22 era mi objetivo. Pasé el primer “filtro” y no facturé el equipaje para evitar el protocolo de recogida en Málaga. La recepcionista me indicó la puerta de embarque nº 21 y el filtro de seguridad.
Sin tener ni idea de qué hacer, pregunté a una chica detrás de mí, quien me explicó amablemente el procedimiento de seguridad. Pasé el control, pero el maletón contenía champú y espuma de afeitar que no pasaron el control de líquidos. Vi cómo los tiraban en un triturador. ¡Genial!
Solo quedaba dirigirme a la puerta de embarque y esperar el vuelo.
El Avión de 1975
Llegó el momento de embarcar. Imaginaba un avión moderno, pero no. Parecía un juguete, con hélices gigantes y ventanillas pequeñas, igualito al de mi primer vuelo a Mallorca. Un déjà vu total.
Me senté en el asiento 10F, junto a la ventanilla, igual que en mi primer viaje. Las azafatas nos mostraron las instrucciones de emergencia y el avión despegó con un ruido potente. La fuerza del despegue me pegó al asiento. ¡Inercia pura!
Y ya estábamos en el aire. No había vuelta atrás.
La Llegada: Ricardo
Llegamos antes de que me diera cuenta y, al tomar consciencia, caminaba hacia las llegadas con mi maletón y portátil. Una semana antes, había apalabrado con mi amigo de redes Ricardo que me recogiera en el aeropuerto. Él estaba acampado cerca de mi apartamento.
Salí al exterior, busqué con la mirada a Ricardo, pero no lo veía. Llamé varias veces y no contestaba. Empecé a pensar en alternativas: taxi, Uber, etc. Finalmente, sonó mi móvil y era Ricardo. Me indicó dónde estaba y, tras varios intentos, ¡bingo!
A bordo de su furgoneta, «El Cocherito», nos dirigimos al apartamento, que resultó difícil de encontrar, pero finalmente lo logramos tras preguntar a un vecino.
El Apartamento, La Cala del Moral: Un Año despues de Altea.
La primera impresión del apartamento fue muy buena. Las fotos de Booking eran precisas: pequeño, chulo y con todo lo necesario para 13 días. Nevera, hornillo eléctrico, cafetera, tostadora y microondas. Todo justo y necesario.
La terraza tenía unas vistas al mar envidiables, con butacones, sombrilla, mesa de mimbre y una brisa fresca por la tarde. El cuarto tenía una cama cómoda, un ventilador y un lavabo completo con una gran ducha.
En la parte superior había un sillón, mesa, silla, SmartTV y todo listo para escribir este artículo.
Primera parte de la aventura completada. Acomodado y listo para contarles más en los siguientes artículos.
Enlace de interés: La Cala del Moral: Un Año despues de Altea.
https://www.malaga.es/es/laprovincia/naturaleza/lis_cd-4389/la-cala-del-moral